Empiezo a sufrir para discernir cuándo una pelicula es "indie" y cuándo no. "Ojalá estuviera aquí" tiene mimbres de ese cine al margen de la Industria, con toques políticamente incorrectos y un marcado perfil de autor. Sin embargo no me lo creo. No puedo evitar el aura comercial que recorre toda la película, como si "Pequeña Miss Sunshine" se fusionara con "S.O.S, familia en apuros". Zack Braff que escribe, dirige y protagoniza esta historia rebusca en su infancia para contarnos un conflicto social y familiar en el que apenas profundiza.
El director, que tuvo un aclamado debut con "Algo en común", no evita utilizar sus propias experiencias personales. De familia judía, una parte del film indaga en el ámbito escolar de esa comunidad. Sus vivencias parecen ser contradictorias porque según avanza la película nuestra percepción va variando, sin dejar clara su postura en este tema. A la que no encuentra redención posible es a la escuela pública, que directamente maltrata sin motivo aparente.
Zack Braff interpreta a Aidan, un actor de escaso éxito, cuya vida se desmorona a su alrededor sin poder evitarlo. Sin trabajo, sin dinero, con una esposa infeliz, un hermano pasota y un padre enfermo de cáncer, por fin tendrá que afrontar los problemas y encontrar su camino.
Con tantos frentes abiertos y tan complicados, el humor siempre es un mecanismo útil para rebajar la tensión dramática. El problema es utilizarlo como si hicieras un sketch en el "Saturday Night Live", parodiando situaciones complejas que no sólo restan esa carga emocional, sino que también parecen parodiarla. A lo largo de un excesivo metraje, el guión fluctúa entre lo acertado y lo innecesario, lo que nos deja una película entretenida pero de escaso calado.
Pese a todos los conflictos que se proponen en la película, el mensaje es muy optimista. En ningún caso se pierden los papeles, los personajes se abandonan a su suerte o dejan de creer en su destino. Por tanto, la carga más conflictiva que podría provocar los mayores enfrentamientos entre los protagonistas apenas los encontramos. Y si en algún caso emerge algún atisbo de mal rollo, ahí está la bromita inocente para romper ese inadecuado instante.
Entre los actores siempre cabe destacar a Mandy Patinkin, al que ya nos resulta imposible dejar de asociar al personaje de Saúl Berenson en la serie "Homeland". Es de esos actores que ganan con la edad, como si el paso de los años les hubiera dado un plus de seguridad y descaro. Entre el resto del reparto siempre es curioso encontrar otro producto de las series americanas, el descarado Jim Parsons al que todos conocemos por Sheldon en "The big bang theory".
Inocente y para todos los públicos, su gran valor radica en dar esperanza y poner buena cara a los problemas. Ya sabemos que la vida no es así, pero el cine está para soñar, no?
José Daniel Díaz
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