jueves, 23 de octubre de 2014

Crítica: "Dos días, una noche"

La Seminci de Valladolid se inauguró con el último título de los hermanos Dardenne: "Dos días, una noche". Protagonizada por Marion Cotillard, pone el dedo en la llaga sobre la actual situación laboral. Cine social, comprometido, emocionante y, a la vez, doloroso y humillante. Una obra maestra de estos grandísimos directores belgas.
Es increíble lo mucho que esconde una historia tan sencilla. Una mujer va a ser despedida de su trabajo tras haber pasado un triste período de baja laboral. La empresa le plantea una solución: Podrá mantener su puesto si el resto de empleados de su área acepta perder su bonus anual. En un fin de semana, Sandra tendrá que convencer a sus compañeros para que voten por su continuidad.



Esto, que a muchos no les sonará a lejano o ajeno, es una perversa demostración de la situación laboral actual. Dejar que los empleados se peleen entre sí utilizando una supuesta democracia organizacional, es de una inmoralidad superlativa. Sandra debe ir puerta por puerta, perdiendo su dignidad, pidiendo a cada compañero un poco de humanidad. 

La película refleja perfectamente no sólo la inmoralidad de una Compañía, sino, en muchos casos, la de los propios trabajadores. Todo reacciones humanas, comprensibles seguramente, pero que no nos gusta ver y, mucho menos, pensar que podría ser nuestra propia decisión. Los que aceptan verla, reaccionan de muy distintas formas, desde la comprensión más absoluta hasta la sensación de robarles su dinero. Esto, para una mujer recién salida de una depresión, es una auténtica pesadilla.

Marion Cotillard nos regala una de las mejores interpretaciones de su carrera. Ella sóla aguanta toda la película, con continuos vaivenes emocionales y sentimentales. Tan pronto nos muestra su debilidad como arranca un gramo de fortaleza para seguir luchando. Es una actuación de Oscar, sin lugar a dudas.

Los hermanos Dardenne nos revelan un cine social, comprometido, que desgrana no sólo el drama personal de Sandra, sino también cómo afecta a su familia, en especial a su pareja. La situación de ese hombre, interpretado por Fabrizio Rongione, es muy delicada y el espectador empatiza totalmente con él.

Soberbia película que todos deberíamos ver y sentir, para que esta deshumanización que vive actualmente nuestra sociedad llegue a su fin de una vez por todas



José Daniel Díaz

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