sábado, 20 de mayo de 2017

Crítica: "No sé decir adiós"

No es muy habitual pero a veces las historias más interesantes son las más corrientes. El director Lino Escalera se estrena en el largometraje con "No sé decir adiós", una masterclass sobre interpretación de sus tres protagonistas que cuenta algo tan cotidiano e incierto como es el camino y la manera de afrontar la muerte.


Tras su paso por el Festival de Málaga donde obtuvo cuatro premios incluyendo el de mejor actriz y la mención especial del jurado, el interés en la ópera prima de Lino Escalera fue creciendo exponencialmente. Tiene algo especial esta película, posiblemente su rutina, su día a día. No vivimos grandes episodios ó giros inesperados, pero sí nos sentimos identificados con situaciones, actitudes, comentarios ó simplemente detalles.

Carla, el papel que encarna magistralmente Nathalie Poza, es un personaje atormentado, ahogado en sí mismo. Cuando se entera de la grave enfermedad de su padre (Juan Diego), viaja de Cataluña a Almería para apoyarle y cuidarle. El viaje al que se enfrenta no es sólo físico, es fundamentalmente emocional. Buscarnos y no encontrarnos, y volver a intentarlo.


Una de las aportaciones más interesantes de la película es descubrir la relación entre ella, Carla, y su hermana Blanca (Lola Dueñas). Pese a sus desavenencias y sus maneras tan distintas de afrontar la enfermedad de su padre, la conexión entre ambas se palpa en cada minuto de metraje. El duelo interpretativo entre ambas es sensacional. Conectamos inmediatamente con sus miedos y con su dolor. Se respetan y quieren porque no tienen más remedio que aceptarse tal y como son.

No puedo negar que lo que más me fascina de este título es el trío protagonista (que huele a nominación al Goya). Te sientes privilegiado de haber compartido ese momento, como si estuvieras escondido detrás de una puerta espiando por la mirilla con fascinación. Nathalie Poza, Juan Diego y Lola Dueñas demuestran que son tres de los actores más talentosos de este país


El guión que firma el propio director junto a Pablo Remón, no es redondo aunque sus pinceladas cómicas le aporten un genial descanso al espectador. Sin embargo, le falta intensidad, emoción y algo de potencia dramática. La base que plantea es fantástica pero se pierde en la excesiva cotidianidad que desemboca en una de sus mayores virtudes y a la vez en una de sus críticas. Porque una vez que ya hemos conectado con esos personajes, hemos palpado la realidad que transmiten, toca encontrar algo de magia. Escapar del documental ficcionado para soñar con momentos de gran nivel dramático. Pero jamás llegamos a ese culmen, a poner la guinda a esta hermosa tarta. Nos conformamos (y no es poco) con la cruda realidad, con personajes que bien podrían ser reflejo de nosotros mismos.

"No sé decir adiós" es una película para recomendar, el título en mayúsculas del cine español en lo que llevamos de año. Un espejo que refleja nuestra verdad, nuestra forma de relacionarnos y de entender la familia. No temáis descubrir lo que somos.

José Daniel Díaz

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