lunes, 14 de abril de 2014

Crítica: "Noé"


No será la primera ni la última vez que el Antiguo Testamento se vea reflejado en la pantalla grande. Grandes clásicos se fraguaron con las narraciones bíblicas, posiblemente uno de los documentos más fructífero y versionado de la historia del cine. Darren Aronofsky, que venía precedido por el éxito de "Cisne negro" y "The wrestler", vuelve a explorar la Sagrada Escritura centrándose en el personaje de Noé. Interpretado por Russell Crowe, esta dramática historia se centra en los problemas de conciencia de su protagonista, al que el Creador le ha dado la importante misión de salvar una pareja por especie para repoblar el mundo tras el diluvio universal que está a punto de comenzar.

El director americano de ascendencia polaca recrea un ambiente desolador. La Tierra está ocupada por el vandalismo, la ambición, la violencia y el caos. Todo ello lo ha producido el hombre, que se nos presenta como una especie insensible, prehistórica y deliberadamente cruel. Sólo Noé y su familia son inocentes, bondadosos y generosos así que es normal que en ese paisaje Dios sólo pudiera confiar en él.

Acompañan al actor australiano Emma Watson, Jennifer Connelly, Anthony Hopkins y Ray Winstone, intérpretes que se quedan muy lejos de su mejor versión. Entienden su papel secundario y no hacen nada por aportarle valor. Las actrices, en concreto, están fuera de sitio durante toda la película. Triste reparto, desaprovechado, que bien merecería un tirón de orejas para el director de casting.


Si hay algo que me interesa especialmente de este título es el personaje de Noé. Tal y como ocurre en la vida, todos albergamos bondad y maldad. Esas dos vertientes de un mismo ser es lo que nos lleva a nuestros habituales problemas de conciencia. Esta sensación está marcada a lo bestia en el personaje principal, continuamente en la encrucijada entre lo que debo hacer y lo que me gustaría hacer.

Más allá de cuestiones filosóficas, se echa en falta algo más de ritmo. Si bien en ningún momento caemos en la desidia, los momentos telenovelescos que vivimos dentro del arca desesperan al espectador. Y no cae en la desidia por el trabajo de Aronofsky que, pese a los defectos, salva los muebles con planos fríos, contundentes y, en algún caso, innovadores. No faltan los planos subjetivos ni los planos en movimiento tras el personaje, característicos en toda su filmografía.

Nos encontramos, por tanto, ante un proyecto que se aleja de sus mejores trabajos. Compararlo con "Cisne negro" ó "Réquiem por un sueño" sería mentir al lector, pero no deja de ofrecer aspectos interesantes sobre una fábula (no la podemos ver de otra manera) que nos enseña lo mejor y lo peor del ser humano. No dejaremos de creer en Aronofsky que ya está preparando "The tiger" con Brad Pitt; hacerlo sería cometer un grave error.


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