Algo está cambiando en el panorama español. Si ya somos capaces de tratar con cierta sorna acontecimientos históricos muy serios, puede que por fin estemos madurando como sociedad. Borja Cobeaga da un primer paso con "Negociador", su particular forma de entender los encuentros que se celebraron en 2006 entre el dirigente socialista Jesús Eguiguren y los etarras Josu Ternera y Thierry.
Al director vasco Borja Cobeaga le conocimos, fundamentalmente, a través de la simpática "Pagafantas", una comedia sencilla pero muy efectiva y, sobre todo, como guionista de la exitosa "Ocho apellidos vascos". Sin embargo, unos años antes, ya había tenido una inmejorable carta de presentación cuando su corto "Éramos pocos" fue nominado al Oscar al mejor cortometraje del año 2007.
Con este currículum, cualquier producto que nace de su privilegiada cabeza se convierte en un atractivo reclamo para un servidor. Y podemos decir que con "Negociador" se ha doctorado. Ha arriesgado, ha terjiversado con maestría los límites autoimpuestos de la comedia y ha logrado arrancar una sonrisa donde otros sólo ven muecas.
Seguramente habrá quien se escandalice o le cueste soltar una carcajada por si no es políticamente correcto, pero ahí está el secreto del éxito. Remueve nuestros propios cimientos, se ríe de nuestra idiosincrasia y demuestra que el absurdo se puede encontrar hasta en los temas más transcendentales y serios. Si "La vida es bella" nos enterneció en un ambiente cruel y desolador, "Negociador" nos ameniza uno de los pasajes más tristes de nuestra Historia.
Buena parte del éxito se lo debemos al protagonista, el sobresaliente Ramón Barea, que encarna con una rural cordialidad al político Jesús Eguiguren. Tampoco le van a la zaga Josean Bengoetxea y Carlos Areces como cabecillas de la organización terrorista. Entre los tres se crea un irónico ambiente que desencadena las situaciones más absurdas, algunas de ellas basadas en increíbles hechos reales.
Sin llegar a la hora y media de metraje, Borja Cobeaga nos descubre el lado más anecdótico y sonrojante de nuestra sociedad. Nos reímos, y mucho, porque en el fondo sabemos que todo lo que se cuenta posiblemente tenga más de verdad que de mentira y porque, en nuestra bendita tierra, hasta que no te ríes con algo, no podemos decir que lo hemos superado.
José Daniel Díaz
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