"Con el paso del tiempo, recordaremos que estuvimos aquí". Esta frase que lanzó un compañero periodista en los últimos días de Festival, no deja de ser un lema que todos los que estuvimos en Málaga nos hemos apropiado. Todos sabíamos que no íbamos a vivir un Festival más, que (por una vez) las películas y los invitados no serían los grandes protagonistas y que nuestra responsabilidad iba a ir más allá de la habitual en un periodista. Más que nunca la supervivencia y éxito de un certamen dependía en gran medida de nosotros.
La 23 edición del Festival de Málaga, por tanto, no podía ser una edición más.
Desde el principio detectamos que la Organización se había tomado muy en serio las medidas sanitarias que se aplicarían y que todos debíamos cumplir: La mascarilla durante toda la proyección, toma de temperatura a la entrada, gel hidroalcohólico presente en cada sede, límite de aforo en todas las sesiones, ruedas de prensa en el Teatro Cervantes para permitir la distancia de seguridad, eliminación de la alfombra roja habitual... Acciones que los acreditados aceptamos con naturalidad conscientes de lo mucho que nos estábamos jugando.
Sabíamos que la mera posibilidad de una infección en el marco del Festival podía suponer la cancelación de esta edición y el confinamiento de todos los que hubiéramos compartido proyección con la persona afectada. Por tanto, no era una cuestión menor celebrar y felicitar la valentía de la Organización y de todos los que estuvimos allí apostando por el cine español (invitados, espectadores, acreditados, trabajadores, etc.).
Todo esto hizo que el Festival fuera muy distinto a lo que vivimos habitualmente en Málaga. La ciudad, siempre volcada con este evento, recibió con cierta tristeza esta celebración. No poder acceder a la alfombra roja, la reducida presencia de invitados y el miedo al COVID19 fueron motivos suficientemente notables para silenciar una ciudadanía acostumbrada a sentir con pasión el mejor festival de cine en español.
Si nos centramos en lo puramente artístico debemos felicitarnos de haber asistido a la mejor sección oficial de los últimos años. Si algo ha demostrado Málaga es que estamos en un momento excepcional del cine español. La ganadora "Las niñas" es una entrañable película nostálgica ambientada en los 90 que eleva el cine de autor a cotas muy altas. Pero no solo Pilar Palomero ha ofrecido un gran producto, también David Trueba con "A este lado del mundo" o el siempre efectivo Achero Mañas con "Un mundo normal" han sabido transmitir su sello y generar un debate siempre necesario en nuestra sociedad.
Si nos fijamos en un cine más comercial, "Hasta el cielo" de Daniel Calparsoro y "Black Beach" de Esteban Crespo han sabido trasladar el fenómeno blockbuster con un presupuesto mucho más reducido. Dos películas injustamente olvidadas en el palmarés así como "Los europeos" de Víctor García León que con un guión de Rafael Azcona nos teletransporta a los años 50 con una ambientación exquisita y un texto certero y valiente.
El cine latinoamericano que se ha presentado en la sección oficial también ha colmado nuestras expectativas, especialmente con dos títulos. "Tres veranos" de Sandra Kogut es un delicioso viaje a través de tres navidades en Brasil en una lujosa finca cuyo eje es su ama de llaves, una impresionante Regina Casé que no podía ser obviada en el palmarés. "Blanco de verano", elegida mejor película latinoamericana en este festival, es un viaje emocional de un niño de 13 años incapaz de transmitir sus sentimientos. Dos estupendos films.
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