domingo, 7 de enero de 2018

Crítica: "Tres anuncios en las afueras"

No ha hecho más que empezar el año y ya podemos asegurar que "Tres anuncios en las afueras" de Martin McDonagh será uno de los estrenos más importantes del 2018. Ácido humor negro para un guión políticamente incorrecto sin fisuras, sin tiempo para el descanso y con un retrato de personajes fascinante. Justa ganadora del premio del público en los festivales de San Sebastián y Toronto.


Martin McDonagh escribe y dirige una película que, en cierta forma, mantiene la línea que inició en "Escondidos en Brujas" y supo mantener en "Siete psicópatas". Sin embargo, con "Tres anuncios en las afueras" alcanza su máxima madurez fabricando un discurso mordaz y muy agresivo contra una sociedad americana alienada por el efecto Trump.

Para este fin se rodea de algunos de los actores más eficaces del panorama hollywoodiense. De entre todos ellos la fabulosa Francesc McDormand merece un capítulo aparte. Su trabajo como Mildred Hayes será recordado como uno de los más sobresalientes de su carrera, al nivel de la policía Marge Gunderson que interpretaba en "Fargo". Con tremenda naturalidad se muestra capaz de transmitir a través de una simple mirada o por su propia expresión corporal, un pasado marcado por la pérdida de una hija.


Pero esta historia no es un drama, o al menos un drama al uso, porque su ingenioso guión caracterizado por el humor negro y sarcástico que lo invade, lo desviste de cualquier atisbo de tradicionalidad ó corrección. No es tiempo para tópicos "buenistas" ni para personajes estereotipados. Es el momento de reflejar un departamento policial corrupto donde destaca el espectacular papel de Sam Rockwell ó la volatilidad de un pueblo que busca el olvido ó incluso la necesidad de utilizar medidas drásticas para atraer la atención.

Ebbing, en Missouri, es el marco perfecto para airear la enorme cantidad de prejuicios que aún mantiene buena parte de la sociedad norteamericana, muchas veces definida como la "América profunda". El perfil insolidario y cerrado que está marcando a la era Trump y que cada vez va acogiendo más adeptos dentro y fuera de sus fronteras.


No. No es una película que se pueda definir o clasificar. Ni falta que hace. Catalogarlo como thriller, comedia o drama sería reducir el impacto de un título que, en determinados momentos, bebe de cada uno de ellos pero que nunca llega a acomodarse. Busca refugio en la inteligencia del espectador, en su capacidad de análisis para rascar más allá de la superficie.

Y sí. Es una película que nadie se debería perder para que puedas reír y llorar con una realidad que no tiene ni puta gracia pero que sólo a través de la ironía y el surrealismo podemos llegar a comprender. Si los Oscar quieren mantener algo de crédito, premiarán esta producción tocada con la varita del talento.


José Daniel Díaz

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