martes, 27 de septiembre de 2022

"Un año, una noche" de Isaki Lacuesta sorprende en el Festival de San Sebastián

El segundo día de festival ha sido intenso. Se han presentado los títulos españoles "Un año, una noche" de Isaki Lacuesta y "Girasoles silvestres" de Jaime Rosales con notable éxito así como la esperada "No te preocupes querida" de Olivia Wilde que ha suscitado división de opiniones.


En el Teatro Principal pudimos ver la ópera prima de María Mathias, "Runner", que nos lleva a la América profunda a través de Hass que, tras la muerte súbita de su padre, conoce a Will. La protagonista Hanna Schiller se enfrentará a la más cruenta realidad, la muerte de su padre, alcohólico lleno de deudas y cuyo único trabajo conocido es estafar con bienes inmobiliarios que no posee, ni existen. 
Con una casa en el que solo vivían los dos en una comunidad unida por la religión, y sobre todo, al hablar con un abogado, el deseo de su padre de ser enterrado en Illinois, embarca en un viaje en tren al desolado medio Oeste de los Estados Unidos, donde conocerá a Will (Darren Houle). Y de la mano de la protagonista carente de referentes a los que acudir y con un guion pausado se muestra el reflejo fiel de una vida necesitada.

Su mayor acierto es esa mezcla de marrones y grises, crear un ambiente opresivamente lúgubre, con un ritmo tranquilo, pausado. Su composición visual es magnífica. Además nos transmite protagonistas ausentes de cariño, desencuentros, incomunicación, una vida sin saber compartir ni sentir, sin color, llenos de oscuras sensaciones y sin visos de cambiar. Ausencias y silencios que representan un carácter forjado en la dureza de la anarquía sentimental. Si hay poner algo negativo diría que se echa en falta conexión con el publico pero lo compensa con un bello y doloroso largometraje.


Y, tras su paso por el festival de Berlín, se presentó en San Sebastian la película "Un año, una noche" de Isaki Lacuesta. Ramón y Céline son una joven pareja que se encuentra en el local Bataclan de París la noche del 13 de noviembre de 2015. Durante el asalto terrorista ambos logran, cada uno por su lado, entrar en el camerino de los músicos y refugiarse allí. Al salir ya no son los mismos. Y no saben si podrán volver a serlo... Adaptación cinematográfica basada en el libro “Paz, amor y Death metal”, de Ramón González, superviviente del atentado terrorista en la sala de conciertos Bataclan de París.

Su director Isaki Lacuesta, dos veces ganador de la Concha de Oro en el 2011 por "Los Pasos Dobles" y en el 2018 por "Entre dos aguas", en la rueda de prensa posterior a la proyección citaba a Stendhal para justificar su punto de vista a la hora de abordar esta historia. Decía que narrar la batalla de Waterloo desde dentro te condena a no ver mas allá de la niebla. Por eso, si quieres acercarte a un episodio histórico, es casi obligado abordarlo desde una mirada íntima. Se resiste a definir los atentados de Paris en términos de acontecimiento, quizá por ser un hecho relativamente reciente de nuestra historia cuyas heridas aun permanecen sin cicatrizar.


El eje central es la crisis de una pareja interpretada por Nahuel Perez Biscayart y Noemie Merlant que focaliza su mirada en el año siguiente a los atentados y en sus diferentes percepciones ante lo vivido con su manera de gestionar una realidad que siendo la misma se manifiesta de manera distinta. Ellos se empeñan en establecer una diferencia entre recuerdos reales y recuerdos inventados cuando lo cierto es en que nuestra cabeza no hay distinción al respecto. En este sentido la representación de esos recuerdos es una opción muy compleja. La película está estructurada por un lado con la imagen reprimida, no flashbacks, que emergen en un momento dado y son recuerdos diarios que van apareciendo en ese bloqueo traumático. Recuerdos que parecen vividos y reales y que luego no lo son.

El cine permite plasmar esta idea porque la imagen subjetiva y la objetiva tiene la misma presencia y puedes elegir como director si muestras eventos temporales, como el pasado y el futuro, utilizando el blanco y negro. Pero también puedes hacerlo sin distinguirlo y el cine lo admite con tanta naturalidad como nuestra forma de pensar.


Uno de los aciertos es no mostrar a los terroristas en ningún momento y recrear el atentado a través de la mirada de quienes los sufrieron. En este sentido Lacuesta agradece la implicación tanto de Ramon González como del resto de supervivientes, incluso participando en la película como figurantes y compartiendo con el director y los actores muchos de los traumas que arrastraron. Al finalizar la rueda prensa Isaki admitió que su película puede asumirse como un largometraje con una carga política evidente, si bien él prefiere asumirlo como un film poético. "Mi apuesta es lo poético porque a través de lo poético se manifiesta lo político, mientras que al revés rara vez ocurre". Pero la película, sobre todo, refleja ese sentimiento de culpa que se instala en muchos supervivientes por el hecho de salir ilesos de una acción como la que retrata la película. Lo que les ocurre a muchas de estas personas es que se resisten a ser catalogados como víctimas, un estigma que algunos de ellos como Céline, la protagonista, rechazan de plano. Los medios deberían de evitar esa tentación de hablar con las victimas en general. Cada caso es distinto.

Con una banda sonora estupenda junto con la fotografía, nos encontramos ante un brillante drama que abarca el duelo y memoria y permite estar más cerca de esas personas que reproducen fielmente el trastorno del estrés postraumático.

Seguimos con el cine español, esta vez en la Sección oficial, con "Girasoles Silvestres" de Jaime Rosales. Julia, una joven de 22 años y madre de dos niños, se enamora de Óscar, un chico conflictivo con el que comienza una relación. A medida que pasan tiempo juntos, Julia empezará a plantearse si Óscar es la persona que realmente necesita a su lado, lo que la llevará a iniciar un viaje personal en busca de su felicidad y la de su familia.

Jaime Rosales, su director, se vuelve de nuevo a poner tras la cámara, algo que no hacía desde 2018 con "Petra" y cuatro años antes con "Hermosa Juventud". En tiempos de banalización de absolutamente todo, él sigue entendiendo la pantalla cinematográfica como un lienzo en blanco abierto a la experimentación dado su carácter iconoclasta y valiente. Recoge una de las filmografías más relevantes del último cine español y una protagonista que en su periplo encuentra una masculinidad cruel y una feminidad solitaria pero también solidaria.


La película comienza con Julia (Anna Castillo) y sus dos niños jugando por la playa en un luminoso día sonando la canción de Triana "Abre la puerta niña/ Que el día va empezar /Se marcha todos los sueños / Que pena da despertar". Tiene 22 años y cree que ya se le han escapado todos los sueños, sola. La película está narrada en 3 actos. En el primero se enamora de Oscar (inmenso Oriol Pla) y con él vivirá un periplo de vivencias y aprendizajes por diferentes tipologías de masculinidades en una búsqueda, sin perder la esperanza, de un equilibrio difícil de conseguir. La tristemente cotidiana día a día de muchas mujeres que luchan alcanzar la felicidad pero lo único que consiguen es tropezar con machos, violentos e inseguros. A medida que transcurre el metraje nos ayuda a meternos en la piel de los personajes en una colección de relaciones tóxicas donde a veces predomina lo intelectual y en otras lo emocional.

Rosales contó que el guion es bastante férreo en cuanto a la planificación de producción. Se rueda las escenas que están en el guion, no se añaden ni nuevas ni variaciones; en ese sentido es preciso y también lo es en el sentido de la dramaturgia, va a ocurrir lo que ya transportaba el guion escrito, y luego, en cambio, es muy líquido en la manera como lo dicen, las palabras que utilizan y el ritmo que acaba teniendo la escena. Es una mezcla entre lo solido y líquido. "Por eso mis películas se sienten como improvisadas y frescas en las interpretaciones, pero al mismo tiempo, aquello avanza sin desviarse de la dirección".


Esas composiciones de interior de cámara fija, cuidadas, detalladas, esos planos frontales de los actores, nos meten de lleno en un diálogo entre dos que nos hace sentir incomodos, casi como unos intrusos. Una de las claves de esta película es el momento que comenta que todo tiene que ve con las relaciones entre hombres y mujeres, cómo son los hombres pero vistos desde el punto de vista de una mujer. Yo soy un hombre pero el punto de vista es el de ella, no hay ningún momento en que la cámara adopte el punto de vista de los hombres, y todo eso determina ya bastantes cosas. Jaime Rosales en estado puro. 
 
Terminamos en la sección Perlas con "No te preocupes querida" de Olivia Wilde. Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) tienen la suerte de vivir en la comunidad idealizada de Victoria, una ciudad experimental creada por una compañía en donde los hombres que trabajan para el "Proyecto Victoria", de alto secreto, viven con sus familias. Pero cuando empiezan a aparecer grietas en su idílica vida, exponiendo destellos de algo mucho más siniestro que se esconde bajo la atractiva fachada, Alice no puede evitar cuestionarse exactamente qué están haciendo en Victoria, y por qué.


Pienso que es complicada de analizar y sobre todo el final, todo controvertido y solucionado con cierta prisa. Incluso llegué a pensar que se había creado un prólogo infinito. En cuanto al guion también tiene algunos problemas si te pones a indagar mas allá de lo que cuenta la película y sobre todo en profundizar en el cómo y los porqués una vez se nos revela el misterio. Hay ciertas inconsistencias con respecto a la narrativa dejando así pequeños cabos sueltos e interrogantes que no pasan desapercibidos por el espectador. Es verdad que el quid de la cuestión tarda mucho en mostrarse y cuando ocurre a uno les convence más que a otros, un lastre que se hubiera podido resolver en mucho menos tiempo, ganando ritmo y atractivo dejando de lado secuencias vacías que desgastan el interés.

Lo mejor es la ambientación en los años 50, el vecindario, de lo más estadounidense, la gama de colores, la iluminación, la música, y que durante 122 minutos nos lleva con tintes de terror psicológico al ritmo de Olivia Wilde, una directora a seguir. A ver si en su próxima película hay menos brillo y más originalidad.

José Antonio Díaz

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