Daniel Calparsoro presenta "Todos los nombres de Dios", un thriller con el terrorismo como protagonista que mantiene la tensión gracias a un Luis Tosar que vuelve a ser el mayor atractivo de la película. Una entretenida propuesta que la sitúa entre los mejores films del director.
Pocos recordarán los inicios del director Daniel Calparsoro pero en 1995 presentó su opera prima "Salto al vacío" con una desconocida Najwa Nimri de protagonista. En esa película ya destacó por su visión sucia y desgarradora de personajes marginales poco retratados en ese momento. Desde entonces se ha convertido en uno de los pilares fundamentales del cine negro español.
Tras "Centauro", un encargo de Netflix que no terminó de convencer, había ganas de recuperar a la mejor versión del cineasta catalán. Y "Todos los nombres de Dios" sí nos recuerda a ese director bronco y sin dobleces que hacía años que no veíamos. El terrorismo islámico que tanto se ha representado en el cine y la televisión en los últimos años, encuentra un nuevo registro en esta película. Es visceral y muy visual aunque peca de ciertos convencionalismos y algunas secuencias tv-movie.
Su puesta en escena es potente, algo habitual en la filmografía de Calparsoro que sabe bien atraer la atención del espectador. La acción, gracias a un montaje rápido y fluido, hace que el ritmo no decaiga, algo fundamental en una película de este tipo. Tras ese arranque vertiginoso, la trama se enquista y no acaba de avanzar, como si no supiera llegar al momento cumbre de la película. En el último cuarto se reactiva de nuevo ofreciendo un buen clímax final.
Luis Tosar e Inma Cuesta encabezan un reparto que se acompaña de secundarios de lujo como Roberto Enríquez ó Fernando Cayo. Buen trabajo, especialmente el del actor gallego que siempre cumple con nota. Pero hay un personaje más al que Calparsoro otorga especial relevancia: la ciudad de Madrid. Sus localizaciones, con grandes momentos que recuerdan a "Abre los ojos" de Amenábar, son reconocidas y emblemáticas.
Se nota el oficio del director en las secuencias más crudas y violentas pero, en cambio, deja al espectador mucho más frío cuando las emociones salen a relucir. Luces y sombras en "Todos los nombres de Dios" pero innegable su vocación comercial y su ADN de entretenimiento. Consigue sus propósitos y eso, hoy en día, no está al alcance de todos.
José Daniel Díaz
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