lunes, 26 de mayo de 2014

Crítica: "Welcome to New York"

La erótica del poder. Así podríamos definir "Welcome to New York", la nueva película de Abel Ferrara, un tremendo relato inspirado (aunque se quiera enmascarar) en el oscuro Dominic Strauss Kahn, máximo dirigente del Fondo Monetario Internacional. Una película fascinante que nos acerca a la frialdad de los lideres, a su capacidad para reducir todo a un asunto puramente monetario y a la deshumanización de la sociedad capitalista.

Algunos críticos comentan que desde "Teniente corrupto", Abel Ferrara no había hecho algo tan redondo y potente. Es una pena que no se estrene en pantalla grande y nos tengamos que limitar a disfrutarla en plataformas VOD (View on demand), sin duda influído por el poder del dirigente que ha hecho todo lo posible por evitar su estreno. Incluso en Cannes se ha proyectado sin pena ni gloria, sin alfombra roja y con la intención de tener el menor alcance posible.


Pese a todo, la crítica se ha volcado con este proyecto. Un magnífico Gerard Depardieu interpreta al sr Deveroux (DSK), un alto cargo acostumbrado a tener todos los placeres sexuales que desea, habituado a la superioridad que le otorga su posición y su poder económico. En esa orgía constante en la que se mueve, su equilibrio mental se altera y se siente capaz de tener lo que quiera cuando quiera. La culminación llega con el intento de violación sobre una trabajadora del hotel donde se hospeda en Nueva York.

Esta historia, que podría tender al telefilme, gracias a la perfecta dirección de Abel Ferrara, se convierte en un interesante viaje de lo más alto a lo más bajo. Las eternas imágenes del dirigente en la cárcel, su frialdad palpable en su nulo arrepentimiento... Todo nos lleva al debate, a replantear la sociedad en la que vivimos.

Jaqueline Bisset interpreta de manera brillante a su mujer. Conocedora de los vicios de su marido, le apoya al cien por cien frente a la opinión pública aunque en la intimidad la relación es prácticamente inexistente. Llama la atención que se sienta dolida por destruir una prometedora carrera política y le importe muy poco el delito cometido. El amor poco importa cuando la reputación y el dinero está en juego.

La prepotencia del protagonista durante todo el proceso es tan real como asquerosa. Imposible empatizar con alguien que se mantiene firme en su trono, que trata a todos como súbditos, obsesionado por el sexo y sin remordimientos. Un ser construído a base de cheques, al margen de la realidad de la calle (la cual ni le interesa) y seguro de sus contactos para poder resolver tan turbio asunto.

El poderoso es como la Banca: Siempre gana.

José Daniel Díaz

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