sábado, 7 de junio de 2014

Crítica: "X-Men: Días del futuro pasado"


Nuestros amigos de Sensacine nos invitaron al preestreno de uno de los títulos más esperados del año. La nueva entrega de los X-Men repesca al director Bryan Singer que ya hiciera un gran trabajo en "X-Men" y "X-Men 2". Con Lobezno de intermediario imprescindible, este nuevo enfrentamiento entre humanos y mutantes firma uno de los mejores capítulos en "X-Men: Días del futuro pasado".

Los humanos están aniquilando a los mutantes gracias a unos robots llamados Centinelas. Su tecnología se basa en los experimentos que se iniciaron en 1973 cuando Mística fue abatida al asesinar a un prestigioso y cruel investigador. Es necesario regresar a ese fatídico año y cambiar la Historia para evitar la masacre actual. Lobezno será el encargado de encabezar una misión llena de imprevistos.

Como podréis imaginar volvemos a recuperar a esos jóvenes mutantes que descubrimos en "X-Men: Primera Generación" y que nos desvelaban las tensas relaciones vividas entre Magneto (Michael Fassbender) y el profesor Xavier (James McAvoy). Ahora retomamos su historia con Magneto encerrado en una infranqueable cárcel del Pentágono y Charles Xavier derrotado por una profunda depresión que le mantiene encerrado en su escuela.

En contraposición tenemos la situación actual, un momento en el que ambos luchan juntos contra los Centinelas. La experiencia les ha demostrado la necesidad de caminar juntos y se arrepienten de sus errores pasados. Ian McKellen y Patrick Stewart vuelven a encarnar a los personajes en su momento de madurez.

Más allá de sus espectaculares escenas de acción, destaco el mejor arma que tiene esta saga: El dilema moral. "X-Men: Días del futuro pasado" retoma el complicado enfrentamiento entre la concordia pacífica y la guerra más descarnada. ¿Ponemos la otra mejilla después de ser atacados ó le devolvemos el golpe? ¿Devolver el golpe genera más violencia o el futuro es que tan sólo quede uno? No olvidemos que los cómics nacieron como crítica al enorme racismo que recorría Estados Unidos en los años 60.


Su puesta en escena, trepidante y desconcertante, sólo es el comienzo de un meritorio espectáculo visual y sonoro que confirma nuestras mejores expectativas. Desde luego se nota la mano de Bryan Singer, que vuelve a sacar el máximo provecho de los personajes. Cabe destacar ese joven Quicksilver que protagoniza los momentos más explosivos y divertidos de la película.


José Daniel Díaz

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