viernes, 25 de abril de 2014

Crítica: "Aprendiz de gigoló"

Meses después de su premiere en el Festival de Toronto, "Aprendiz de gigoló" de John Turturro se estrenará en la cartelera española el próximo 30 de abril. Y lo hace muy bien acompañado, Woody Allen interpreta un papel hecho a su medida en una producción de marcado trasfondo social pero revestida de comedia y superficialidad.

No es la primera incursión cinematográfica en el curioso mundillo de los gigolos. En tono cómico podríamos recordar "Gigoló" de Mike Mitchell que tuvo secuela en "Gigoló europeo" de Mike Bigelow, dos películas exitosas y sin pretensiones. Más dramática fue la versión que Paul Schrader dirigió en "American Gigoló"  de 1980 con un Richard Gere espléndido.


Ahora es el propio John Turturro el elegido para cubrir las necesidades sexuales de un grupo de mujeres casualmente bien posicionadas, hermosas y ricas. Su chulo es un extraordinario Woody Allen, un librero obligado a cerrar su negocio que encuentra una salida fácil con esta actividad. Nueva York no sólo forma parte del paisaje, también es el marco de la multiculturalidad y de las oportunidades.

A los dos protagonistas les acompaña un llamativo elenco donde encontramos nombres como Vanessa Paradis, Liev Schreiber, Sharon Stone y Sofía Vergara. Precisamente la ex de Johnny Depp recibe el papel más importante para el desarrollo de la historia, una mujer viuda que vive en la comunidad rabina y cumple estrictamente los mandatos religiosos. Un trasfondo social, reflejado con cierto sarcasmo e ironía, que plantea una potente crítica a la falta de libertad en ciertos sectores de la sociedad.

No se puede negar que Turturro bebe de las películas del maestro Allen, con un tono que bien nos recordaría a "Annie Hall" ó "Misterioso asesinato en Manhattan". Por supuesto, el aprendiz no alcanza al maestro y, posiblemente, ni siquiera sea su objetivo pero es destacable ese homenaje no exento de virtudes del director americano.


Con la ironía por bandera, el retrato social es cautivador. Las dotes comerciales de un librero en paro son suficiente aval para captar clientas en la alta sociedad americana, ansiosas por vivir experiencias distintas y de malgastar un dinero que les cae prácticamente del cielo. Aún así, es curioso descubrir que la motivación esencial para el aspirante a gigoló es el dinero, pero en ningún momento se plantean problemas económicos que justifiquen la necesidad. En algunos momentos, se nos presenta como un juego más que un trabajo.

Atractivo resultado el que ha conseguido John Turturro con "Aprendiz de gigoló", un film que se ve muy bien, con diálogos inteligentes y divertidos, desdramatizando a través de la ironía graves problemas que afectan a la sociedad neoyorquina y que, sin llegar a ser una obra maestra, es un ejercicio cinematográfico a tener en cuenta.



José Daniel Díaz

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