A veces un movimiento honorable no es nada hasta que una persona hipoteca su vida por el bien común. Y Milk lo hizo. Se puso a la cabeza de la causa gay y consiguió tener voz como concejal del Distrito. Sus triunfos fueron tan sonados como su aterrador y previsible final.
Sean Penn se encarga de dar cara y cuerpo cinematográfico a este personaje basado en hechos reales con la dura tarea de cargar a la espalda toda la responsabilidad del éxito de la película. Y su interpretación demuestra que su elección fue acertada. Sus gestos, miradas, alegrías y penas suenan a realidad y redunda en la película.
Cuando se trata un tema como éste lo importante no es que se base en un hecho real sino que el espectador se crea que lo es. Muchas veces buscando una excesiva carga dramática pierde credibilidad el guión. Milk, gracias a Gus Van Sant y Sean Penn, sabe a realidad.
Dos horas para abrir la mente, aprender y disfrutar.
José Daniel Díaz
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