Durante cerca de 2 horas la pantalla se convierte en un pequeño agujerito por donde el espectador sigue, con mucha valentía y buen estómago, las vicisitudes de un pobre chico (o chico pobre) disminuido psíquico que se ofrece como caballo para un niño rico impedido físicamente. Desde ese momento el ser humano deja de serlo para convertirse en un animal.
Hay muchas maneras de denunciar un hecho a través de imágenes pero nunca puede menoscabar lo más importante en una película: El entretenimiento. Y lamentablemente el film deja a un lado esa cualidad para comprobar hasta dónde puede aguantar un espectador. Es tediosa, desagradable, triste, dura, salvaje y en algunas secuencias incluso de mal gusto.... pero siempre habrá alguien que la califique de obra maestra.
Ir al cine para sufrir y ponerme a prueba no son los motivos que me hicieron amar el séptimo arte. No me malinterpretéis. Siempre estoy a favor de historias que cuenten una realidad social, que utilicen ese arma tan poderosa que es la cámara para criticar situaciones y momentos que no se pueden olvidar; pero teniendo en cuenta que por encima de todo debe haber un respeto a la persona que se interesa por lo que quieres contar.
Premiada en San Sebastian, nunca se me ocurriría aconsejar esta película pero quién sabe siempre hay gente que adora este tipo de cine. No seré yo el que les quite la ilusión.
José Daniel Díaz
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