Buena jornada de cine en el Festival de San Sebastián con la presentación en Sección Oficial de "Los reyes del mundo" de Laura Mora y el estreno en España, a través de la Sección Perlas de la ganadora en Cannes "El triángulo de la tristeza" de Ruben Ostlund. Completan esta crónica "El prodigio" de Sebastian Leilo, "Carbon" de Ion Borsh y el documental "El techo amarillo" de Isabel Coixet.
"Un día todos los hombres se quedaron dormidos… Y los cercos de la tierra, ardieron". Una historia sobre la desobediencia, la amistad y la dignidad que existe en la resistencia. Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano. Cinco chicos de la calle de Medellín. Cinco reyes sin reino, sin ley, sin familia, emprenden un viaje en búsqueda de la tierra prometida. Un cuento subversivo a través de un clan salvaje y entrañable que transita entre realidad y delirio. Un viaje hacia la nada, donde pasa todo.
Es el viaje que nos propone la directora colombiana Laura Mora con su segundo largometraje: "Los reyes del mundo". Jerónimo Rivera, experto en cine y autor del libro "El papel del cine colombiano", relata que con la ley de cine el sector en Colombia se dinamizó mucho. La cantidad de películas producidas en los últimos años, entre 2003 y 2020, es mayor que la que se hizo entre 1915 y 2003. Y agrega "Esto quiere decir que más del 50 por ciento de las producciones colombianas se han producido en lo que va de siglo de las cuales destacamos los títulos de Monos, El Olvido que Seremos, Lavaperros, La Cara Oculta, Los viajes del viento, y una que le tengo mucho cariño dirigida por Victor Gaviria titulada La Vendedora de Rosas.
Los cinco actores jóvenes protagonistas de la historia no son actores profesionales y era su primera vez delante de las cámaras. La rueda de prensa posterior, al igual que "La Maternal", fue muy emotiva. Contaron que ellos no conocían la historia, les iban contando día a día lo que tenían que rodar, "y eran cosas que nosotros ya habíamos vivido, algunos estaban internados en un centro, otros vivían en la calle, en Medellín". Su directora manifestó que la empezó a escribir en el 2016 de una manera muy desordenada, durante un viaje que realizó ella misma desde Medellín al Cauca. Terminó de ordenar ese guion a principios de 2020 y pocos meses después comenzaron a rodar. El covid (33 miembros del equipo se contagiaron, entre ellos todos los jóvenes) y de fondo las protestas sociales que se sucedieron en el país durante meses, dificultaron el rodaje así como el paisaje abrupto del Bajo Cauca.
Los cinco jóvenes van al encuentro de la tierra prometida. Para ellos esa tierra es reclamar la herencia que le dejó la abuela de uno de ellos que fue arrebatado por los paramilitares y que una sentencia gubernamental ahora les devuelve. Pero como explicaba Laura, "hay cosas en la película que surgen desde lo más profundo deseos míos, y de repente ves que ese imaginario se pone de manifiesto". El tema de las tierras creo que va a ser un gran tema en la agenda del nuevo Gobierno porque Colombia está pendiente de una reforma agraria, y ella aporta con su obra, su granito de arena, desde un lugar simbólico y poético. Y desde ese contexto la imagen de muchos chavales cruzando ese paisaje.
Y todo eso lo vemos durante el metraje: el conflicto armado por un lado y las injusticias sociales, y esa amistad entre ellos, las relaciones de hermandad que componen, de drogadicción, despertar sexual (la escena de las damas de compañía en una finca). La directora crea misticismo y profundidad por medio de planos largos entre la niebla, todo con calma, el movimiento de los mismos junto con el movimiento de la cámara hace que vivamos la tensión existencial. Unos recursos cinematográficos que proporcionan belleza narrativa dentro de un contenido durísimo, esos escenarios peligrosos, el triste desencanto general. Un viaje de gran intensidad, mezclando géneros dramáticos sociales y aventuras, con gran acierto, y con un último tercio de gran intensidad dramática, emocionante y emotiva. Ha merecido de sobra el madrugón.
Seguimos con una coproducción entre Moldavia, Rumania y España titulada "Carbon" que nos lleva a la Moldavia de comienzos de los 90. Dima, tractorista, quiere alistarse en las tropas que combaten en el conflicto regional de la frontera de Transnistria. Vasea, veterano de la guerra de Afganistán, se une. De camino al frente encuentran un cadáver carbonizado. Las autoridades les ignoran y no les ayudan a identificar el cuerpo.
Su director Ion Borsh acierta al utilizar un enfoque absurdo, gamberro y agridulce y mostrar el caos causado por la guerra entre soldados sin nada que hacer, políticos corruptos, empresarios codiciosos, agentes de la KGB, y hambrientos curas. Todos en un tono cómico, y que a la vez, algunos son conmovedores. Con historias dentro de otras historias, un director de hospital robando suministros, un sacerdote por hacerse con un coche nuevo, un policía que solo le preocupa los preparativos de la boda de su hija, todo en un tono desenfadado y algo rocambolesco.
Hay un tono impregnado de Berlanga, ese tractorista, ese periplo para conseguir una digna sepultura al cadáver, y no parará hasta conseguirlo pese a todas las dificultades. ¿a qué bando pertenece? ¿quién es el fallecido?, ¿dónde hay que enterrarlo? ¿a un lado u otro de la línea que separa al país?, una locura de sátira política que no deja títere con cabeza. "La iglesia enseña mejor que la escuela y cura mejor que el hospital".
Y después de un drama y una comedia nos vamos al terreno del documental con "El techo amarillo" de Isabel Coixet. En 2018 un grupo de nueve mujeres presentaron una denuncia contra dos de sus profesores del Aula de Teatro de Lleida por abusos sexuales ocurridos entre los años 2001 y 2008 cuando eran unas adolescentes. Fue demasiado tarde. Por miedo, por vergüenza, porque tardaron mucho tiempo en entender y digerir lo que había pasado, la denuncia llegó cuando el caso ya había prescrito y se archivó. Lo que no sabían es que, a pesar de que el caso había prescrito, sus testimonios estaban abriendo una puerta en la que, tal vez, no todo estaba perdido.
Isabel Coixet en la presentación de la cinta estuvo acompañada por seis de las mujeres que llegaron a denunciar estos abusos. Todas admitieron que el proceso vivido desde el momento que tomaron conciencia de lo que les había sucedido "ha sido reparador". Coixet ha querido recoger la voz de estas mujeres para que no caiga en el olvido. También comentó que se contactó con el principal acusado pero rehusó la invitación a participar así como los profesores del centro. El montaje tampoco resultó fácil porque "no queríamos morbo" y en todo momento la realizadora quiso respetar la personalidad de todas. No es un bloque homogéneo, cada una ha lidiado con lo que le ha pasado de una manera diferente.
Tanto la directora como las denunciantes no creen que el estreno del documental pueda servir para reabrir el caso. Para ello tendría que haber más denuncias, algo que ven poco probable. Estructurar el documental por capítulos es un acierto así como evitar los preámbulos. De esta forma tenemos directamente esa empatía automática con todas ellas y sentimos ese golpeo en el estómago porque la contextualización sobra cuando hay tanta sinceridad, tanta autenticidad, tanto dolor. El sentido del título del documental cobra sentido hacia la mitad del metraje cuando una de las víctimas declara en un audio sobre la edición de unas imágenes abstracta, que recuerda perfectamente cómo era ese techo amarillo en el que estaba cuando sufrió los abusos. La verdad nunca debería prescribir.
Viajamos a Irlanda con la película "El prodigio" que nos lleva a la Región irlandesa de las Midlands, 1862. Una niña deja de comer pero permanece milagrosamente viva y en buen estado. La enfermera inglesa Lib Wright es llevada a un pequeño pueblo para observar a Anna O'Donnell, de once años. Abundantes turistas y peregrinos se reúnen para contemplar a la niña que, según se dice, ha sobrevivido sin comer durante meses. ¿Acaso alberga el pueblo a una santa que "sobrevive con el maná del cielo" o existen motivos más siniestros? Película basada en un libro de Emma Donoghue que ya firmó el guion de "La habitación" y que estrenará Netflix en Noviembre.
Su director es el chileno Sebastian Lelio, visitante del Zinemaldia con "La Sagrada Familia" hace 17 años, y que además formo parte de Cine en Construcción con "Gloria" y con un Oscar a la mejor película de habla no inglesa por "Una Mujer Fantástica". No podemos olvidarnos de una de mis películas preferidas "Disobedience", una historia de amor lesbiana ambientada en una comunidad ortodoxa de Londres.
Protagoniza la niña milagro Kella Lord Cassidy, cuya madre en la ficción es interpretada por su madre real la actriz irlandesa Elaine Cassidy. Una lucha entre la ciencia y la religión desde la perspectiva de una enfermera, una magnífica Florence Pugh en una nueva demostración de su talento abrumador y de una presencia en la pantalla que hipnotiza. Es una de esas actrices que hacen fácil el difícil arte de la interpretación. Se las arregló para robar una serie completa de Marvel Studios con un monólogo en el olvidable "Ojo de Halcón".
Alguien dirá que tiene un ritmo excesivamente pausado con esos planos largos, pero que ayuda en su justa medida a preparar un thriller muy inquietante cocido a fuego lento donde destaca los paisajes y la fotografía que firma Ari Wegner ("El poder del Perro"). Las imágenes parecen cuadros de una belleza magnífica, iluminando muy bien a los personajes en las escenas más oscuras con una puesta en escena que nos enseña la gran hambruna de Irlanda, conocida también como la "la hambruna de la patata" debido a un parásito que arrasó los cultivos de patatas en toda Europa. Un cuento gótico que nos mantiene en vilo y que manifiesta una vez más el talento de Leilo tras la cámara. Tiene la capacidad de adaptarse a todo tipo de historias y consigue llevar al espectador a la inquietud, al desasosiego, a un cierto aire de terror, en las que no hace falta el diálogo con unos personajes solitarios, supersticiosos, ignorantes. Acompañado todo por la ingeniosa y extraña banda sonora de Matthew Herbert.
No quiero obviar las secuencia inicial de la película, que nos hace pensar que estamos en otra, ese escenario de un estudio de sonido moderno, un tipo de instalación que podría albergar los decorados de cualquier filme hasta que una voz en off comienza a hablarnos, sobre la banda sonora, y da sentido a lo que empezamos a ver. Y una palabra, "Hola", este es el comienzo de una película llamada "La Maravilla" que anuncia que la historia que estamos a punto de ver ha sido adaptada de una novela de 2017 de la autora de "Room", y pidiéndonos que creamos en la historia que que está a punto de presentar.
Sentados en la butaca, al finalizar finalmente surge una explicación a cómo pudo sobrevivir tanto tiempo la pequeña, pero incluso esto no pone fin a la controversia y el significado de toda la historia, que tiene implicaciones en múltiples niveles. Los creyentes y los escépticos. No somos nada sin historias, así que te invitamos a creer en ésta.
Terminamos con la Sección Perlas que nos trae la ganadora de la Palma de Oro del último festival de Cannes "El triángulo de la tristeza" de Ruben Ostlund. Volamos a la sátira, a la supervivencia, a la comedia negra, al drama. Tras la Semana de la moda, Carl y Yaya, pareja de modelos e influencers, son invitados a un yate en un crucero de lujo. Mientras que la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados, el capitán se niega a salir de su cabina, a pesar de la llegada inminente de la célebre cena de gala. Los eventos toman un giro inesperado y el equilibrio de poder se invierte cuando se levanta una tormenta que pone en peligro el confort de los pasajeros.
Hay mucho de magnetismo en las películas del director Ruben Ostlund ("Fuerza Mayor", "The Square") y una fascinación: la de dinamitar los arquetipos positivos asociados a la masculinidad, y, en general arrastrar a los protagonistas fuera de su entorno de privilegio para observar cómo una serie de coyunturas azarosas zarandea su andamiaje de vanidades y apariencias. Recordamos la escena de "Fuerza mayor" que ante una avalancha inesperada de nieve, que se abate sobre la familia, de vacaciones en una estación de esquí, el padre huye despavorido, dejando solos a su mujer y a sus hijos.
Ruben lanza un ataque frontal a los superricos, con mucha rabia, a través de una comedia social penetrante e incómoda. En las escenas iniciales todo parece una sátira de la industria de la moda, unos modelos masculinos en una audición que nos descubre pequeños secretos sobre las grandes marcas, además del significado del título del film, que es el término que se le da a las líneas de expresión entre las cejas. Cuanto más cara es la marca, más malhumoradas tienen que fingir ser los modelos. Las pasarelas han representado uno de los pocos ámbitos laborales en que las mujeres han ganado más que los hombres.
La escena de una pareja de modelos debatiendo sobre quién debe pagar la cena es insoportable pero enloquecedora y divertida a la vez. Y todo eso se traslada a un crucero de lujo, de mucho lujo, y es donde está lo mejor, los personajes, una grotesca variedad de millonarios, un oligarca que ganó millones vendiendo excrementos de animales como fertilizantes, una acogedora pareja de ancianos británicos, un capitán marxista (Woody Harrelson), que permanece encerrado en su camarote ante el miedo de mezclarse con los pasajeros a los que desprecia y una jefa de crucero, que se tiene que encargar de todo, con conversaciones incómodas sobre cómo los ricos han ganado su dinero. Una conversación que alcanza su grado máximo cuando tanto el capitán como el oligarca cogen el micrófono del barco y todo el mundo escucha hablar sobre el capitalismo frente al socialismo, un recital de teorías políticas sobre la melodía del barco.
La verdad no recuerdo una escena de vómitos más repugnante y a la vez más divertida cuando todo el barco se convierte en una especie de anarquía bacanal. Todo es nauseabundo. Te hará sentir que te mareas, colocándonos allí, donde ellos. Tendría que remontarme a "El significado de la vida" de los Monty Python para sentir algo parecido. Estructurado en tres capítulos, cada uno explora la desigualdad económica con diversos grados de éxito. En el tercero, ocho personas del barco quedaran varadas en una isla desierta, y de repente, no importa quien es rico y quien es pobre, una burla constante.
Uno de los mayores aciertos es que no aburre en sus más de dos horas y media de metraje, con una creación de escenarios y encuadres inquietantes, cada vez que la tensión parece estar a punto de ruptura, el sonido que crea hacen que estos momentos sean aún más insoportables. Incluso cuando la narrativa puede caer en puntos incómodos, siempre hay algo en la toma que hace que el momento valga la pena, que te hacen odiarlos y compadecerlos, en igual medida.
Humor vergonzoso, un director que realmente sabe cómo librar una guerra de clases tremendamente divertida. Y tres consejos, evitar los cruceros, saber pescar y sobre todo hacer fuego.Todavía....me estoy riendo!!!
José Antonio Díaz
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